Jueves, 6 de mayo de 2010
MUNDANOS, KARAVANA Y CHAU! PEKIN
Rock errante
Si algo reúne a estas bandas, además de recorrer desde el flamenco y la tarantela hasta el reggae, la cumbia y la saya, es que las tres entienden al viaje como una forma de mantener la mente abierta.
Por Luis Paz
Ya se fue el verano y pasaron los feriados largos de abril. Encima faltan meses para el receso invernal. El panorama viajero es desolador. ¿Quién podrá defendernos? ¿Dónde va la gente cuando llueve? La respuesta a la primera pregunta está en Mundanos, Karavana y Chau! Pekín, las tres bandas de música viajera / música de destierro / random music que charlaron con el NO para tratar de definir el segundo interrogante. No se pudo, pero hubo tiempo y lugar para hablar sobre el nuevo folklore, la juventud, la independencia y la música.
Si algo agrupa a estas bandas, además de revisar desde el flamenco y la tarantela hasta el reggae, la cumbia y la saya, es que las tres están relacionadas con el movimiento, el viaje y los paisajes. Son expresiones surgidas de las impresiones de viajes musicales, músicos prestidigitadores del crossover y cultores de las buenas vibras en compañía. Gente con la que tomarse una birra con mucho gusto. “En casi todos está el mal de la urbanidad. Muchos pensamos en irnos a Córdoba, a las sierras, al sur. El viaje te da aire, te hace seguir caminando y te ayuda a seguir viviendo en la ciudad. Es una forma de ver cómo zafar de la lógica de la urbanidad y qué nos interesa de ella”, arriesga Leo Parigi, cantante de Karavana, una banda de músicas desterradas, gitanas y tanas, y también de los ritmos terratenientes de Jamaica (reggae), Bolivia (saya) o Colombia (cumbia).
“Lo bueno es encontrar el hogar en todos lados”, especifica Charli Solimano, cantante de Mundanos, y bien sabe a qué se refiere: antes de haber publicado Filos, su reciente disco, Charli comenzó en la música barriendo el estudio de Pablo Guyot, tuvo decenas de familias, de padres y madres, durante los dos años que vivió en Italia; recorrió Holanda y Alemania (“de Amsterdam te enamorás y no querés volverte”, admite) e hizo escenografías para la emisora mexicana de Canal 22, de Estados Unidos.
“Cuanto más afuera vas, más adentro podés ver”, resume Charli, tras de su peluda pelada.
De esos viajes que los Karavana –que andan presentando el disco Vagamundo, casualmente– también hicieron, estos músicos también se trajeron sonidos, ritmos, texturas, ideas y folklores, que por estos meses, con el lanzamiento también de Las horas no pasan lentas, de Chau! Pekín, alimentan las bateas de un mestizaje intergéneros, entre folklores y sonidos urbanos, de música popular, regional, pero mundial.
No es casualidad que estas bandas –nueva avanzada de ese movimiento que incluye a Manu Chao, Onda Vaga, Karamelo Santo, Arbolito, Falsa Cubana y hasta Vampire Weekend, cada una con su sonido patrón– tengan tan buena repercusión en fiestas: su amplitud viene siempre acompañada de una virtuosa buena onda, de baile, festejo, vasos y besos dulces. “La fiesta reemplazó al boliche, con sus pros y contras. Porque hay gente de fiestas a las que les interesa más el evento, la diversión y la música, y a otros cómo les rinde. Algunas fiestas son a las apuradas, en lugares reducidos, sin ventilación, son peligrosas”, alerta, de todos modos, Litmanovich, una voz conocida: la cortina de Metro y medio, el programa de Sebastián Wainraich en la Metro, está interpretada por el noneto Chau! Pekín.
“El camino de Karavana –completa Parigi– tiene que ver con una decisión de vida propia y con la crisis post-Cromañón. La banda surgió en un circuito social, en cortes de calles, escuelas, centros culturales y cárceles. Por elección, porque somos un grupo de artistas plásticos, docentes y músicos que comenzaron juntos sus primeros intentos serios de autogestión, y también porque eran los únicos lugares.” En esa doble vía tocaron en el penal de mujeres de Ezeiza y en el de pibes de Floresta, el Manuel Rocca. “En el de mujeres, lo loco fue ser seis tipos tocando para 60 mujeres, muchas encerradas hace 10 o 15 años, siempre con una conexión interesante. Bolivianas, peruanas, argentinas, una yanqui, la mayoría presa por mulear drogas, todas bailando. Y en el de pibes, lo raro es ver cómo el pibe que te pidió un tema de rock and roll se va a la celda con el guardiacárcel cuando termina el show”, contrapone Parigi.
“Está bueno que los grupos se conozcan entre sí; es la idea, compartir”, reflexiona el cantante. Y, en este caso, compartir equivale a convivir. Con el resto, con uno y con otras bandas, como para las fotos de esta nota. “Hay cada vez más grupos de random music –define Diego–, surgiendo de todas partes. Con el paso del tiempo, los géneros tienden a unirse.”
Y eso acaba excediendo a lo estrictamente musical: desde la casa de La Cofradía de la Flor Solar a la quinta de Timmy McKern, ex manager de Sumo, pasando por la Casa Rosa donde conviven los Siddharta Spiritual Project con artistas plásticos y carpinteros, o la casa de Shaman en La Plata, el estudio de Charli Solimano de Mundanos, la casa comuna de los Karavana, la antigua chata de Arbolito. Son todas experiencias que exceden el escenario. Sin embargo, Charli destaca un aspecto de llevar esa forma de vida (karavaneada, mundana o random) al escenario: “La música es un gran abanico de posibilidades, pero cuando decidís apostar por el escenario, tenés que estar atento en la relación con el poder que estar ahí te da para hacerles bien a los demás”, destaca.
Una de esas cosas que no les hacen bien a los demás, ni a los de menos, es la muerte, la desaparición física de los afectos. Charli se encontró escribiéndoles temas a su viejo y a un amigo. “Lo redundante de la muerte como viaje es que no se vuelve de ella. No tenemos nada tangible como para decir ‘loco, mi viejo vuelve, reencarna en este frasco’. Ningún padre nació con un manual, tampoco nosotros para entender la muerte, pero hay que aprovechar el regalo y a los padres”, comenta. Sabe Dios, dedicado a Nacho, está entre Pastoral y Pappo. Arquero maravilla, una preciosa pieza para su padre, entre el disco y el punk, y son sólo dos muestras del eclecticismo de la banda: Santana, The Police, Bad Religion, Pearl Jam, Sabina, Marley y Sumo andan por ahí, mientras Karavana apunta más hacia la música gitana, de murga y de tarantela, chacareras y sayas; y Chau! Pekín va por el reggae, el ska, el funk y el raggamuffin. Licuadoras de ritmo.
“No somos una banda de folklore”, asegura Diego. “Un sentimiento que tengo de nuestra identidad, de que somos jóvenes músicos, hijos y nietos de inmigrantes, muchos porteños. Esa es la idea de la música de Chau! Pekín, entendiendo que habitamos una ciudad y de que tenemos una búsqueda en la urbanidad. Si vas a Santiago del Estero y querés tocar una chacarera, te van a mirar raro”, aclara. Charli mete su crítica sobre la ciudad: “No sabes qué carajo de color le gusta a tu vecino, si tu amigo de Facebook fuma o no. Por eso trato, al estar sobre un escenario, de generar que haya respeto y ganas de pelear por una vida mejor”, invita.
O por un disco mejor, como intentó Karavana, para mostrar que en las pequeñas acciones también está el cambio. Vagamundo viene acompañado de “Los andares del Vagamundo y Malacara”, una fábula que completa la obra. “Tiene que ver con valorizar la producción artística y artesanal, aunque la impresión del disco sea en serie. Hay algo que es artesanal e intenta valorizar al disco como soporte, además de laburar la filosofía de la banda desde otro lado para que no sea todo tan literal”, explica Parigi.
En definitiva, lo que tanto Mundanos como Karavana y Chau! Pekín hacen es dar cuenta de que los problemas son más o menos los mismos para todos, y que la solución también parece poder darse entre todos. Entre cumbias y chacareras, docentes y artistas plásticos, productores mexicanos y escenógrafos argentinos. Una world life, un tipo humano de globalización para el que desde acá se propone una banda de sonido revoltosa, festiva, reflexiva, comunitaria y autogestiva, una música para
desterrados, mundanos, vagamundos, karavaneros y gente random.
“El florecimiento de este mestizaje musical no se da sólo porque hay más gente de provincia en Buenos Aires, porque hay pibes que viajan o por Internet. Es tal el nivel de hacinamiento en Buenos Aires que buscamos en la poesía de otros lugares el aire, la naturaleza, la vida, las plantas y las flores que no vemos cuando salimos de casa y nos topamos con el edificio de enfrente”, concluye el vocalista de Karavana. Ahora todos toman aire, lo mantienen y posan para la foto, otra postal familiar.
* Mundanos toca el 6 de mayo en Makena (Fitz Roy 1519), a las 21. Karavana lo hará el 8 de mayo en Uni Club (Guardia Vieja 3360) en la fiesta de FM La Tribu, desde las 23. Y Chau! Pekín toca el 12 de junio en The Wall (Rosario), a las 22.